domingo, 14 de enero de 2024

la perla


“la perla” es un cuento de daniel delfino que pertenece al libro “la perla” 

la perla - audiolibro


la perla

 Unos días después de que te mueras empecé a caminar por Callao, a entrar en farmacias buscando sales de baño. (Tengo suerte, todos los departamentos que alquilo tienen bañera. Aunque nunca las use, me encanta que la tengan.) Busco y rebusco entre los estantes pero no encuentro sales de baño. Encuentro gel de baño pero nunca sales de baño. Cuando se me acerca el de seguridad lo gambeteo y salgo. Vuelvo a Callao y en Tucumán me detengo siempre en la iglesia de El Salvador. Quiero entrar; varias veces intenté entrar pero todas las rejas que separan la iglesia de la vereda están cerradas, a pesar de que la altísima puerta de madera de la iglesia esté abierta y haya gente adentro. Manoteo todas las entradas de las rejas y todas están cerradas. Las rejas parecen soldadas, parecen una unidad, una sola reja. La gente me mira porque hago temblar los hierros. La gente me mira como a un loco, como yo miro a otros locos. Como nunca puedo entrar a la iglesia, me cruzo de vereda y vuelvo por Callao hacia Rivadavia. Todo el tiempo está nublado y hace frío. Voy y vengo sin parar de Rivadavia a Tucumán, sin cansarme nunca. Tampoco pude entrar nunca a Zival´s ni a La Academia ni a La Americana ni a Los Galgos ni a La Ópera ni a ninguno de los Café Martínez aunque lo intenté algunas veces. No tantas como a la iglesia con la que intento siempre. A veces siento ganas de sacar plata de un cajero pero vuelvo a meterme en una farmacia a buscar sales de baño. Las sales de baño se hacen con las cenizas de los muertos. Alguien me dijo eso o lo leí en alguna parte. Tal vez por eso estén prohibidas. Como nunca las encuentro, salgo y sigo caminando. Hago sumas mentales: los años que tendrías cuando caminábamos estas cuadras. Tendrías menos que yo. Ya no esquivo a la gente. Aprendí a enhebrar los vacíos entre las personas. Pienso de manera recurrente en el número 42. Un tipo que había sido operador de entel me contó que antes, todos los que vivían en la avenida Callao tenían característica 42. 42 tendrías cuando caminábamos por Callao a tomar el 60. Vuelvo a hacer cuentas. El viaje en el 60 era tan largo y aburrido que me enseñaste a nublar la vista y ver toda la ciudad desenfocada. La ciudad sin forma era un lugar maravilloso. Tu cuerpo era chiquito, te sobraba el asiento. Eras aun más frágil nublando tus ojos que cuando corrieron la sábana en la morgue y estaban definitivamente cerrados. O no estaban. A veces intento sumas más complejas, sumé tu fecha entera de nacimiento con la fecha entera de tu muerte. El número que me dio fue 4001. No me gustan los números con tantos ceros. Algo fuera de control debe haber en los números. Hacer cuentas es una manera de continuar. Sé que estoy, sé que todavía estoy; vos lograbas no estar. En el 128 empezamos a ir a ningún lugar a partir del diamante encendido. Avanzábamos y no estabas, no eras mientras duraba el diamante encendido. Y cuando se apagaba volvías a encenderlo. Yo lo lograba en intermitencias. Pero el diamante no era la Perla. Era apenas un vislumbre. Recién ahora, caminando por Callao, entiendo las turbulencias en el sistema, el caos. No es causa y efecto. No es lineal. Es mirar y mirar y mirar algo hasta que deje de ser; eso era todo lo que había: nada. La Perla era nada, aun cuando a veces caías en el abismo negro de los monstruos que te perseguían y que te arrojaban a las calles nocturnas de mis terrores, de años interminables de psicoanálisis, de los trenes como serpientes hambrientas que querían tragarte. El combustible invisible de los trenes. La Perla puede crear mundos por su cuenta. La Perla es mágica, solo apta para locos. Lo falso, lo verdadero, el espacio entre las palabras y el silencio. No hay nombres ni palabras ni orden ni sintaxis. Por eso camino y camino desesperado hacia la indeterminación. Paulatinamente es la avenida, la iglesia, las farmacias, los bares. Ya no te nombro ni te represento. Ya no necesito que me mires desde las fotos. Camino por el borde. Y sin embargo, sigo entrando a buscar lo que no encuentro y no necesito. Y salgo y camino y vuelvo a sumar las fechas. Alguna cifra debe estar errada porque la suma ahora me da 4003.




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