domingo, 31 de diciembre de 2023

fOLaVriL - ámbar alsina


 

ámbar alsina

 

la psicóloga de esta noche

canta canciones

su piel es del color de la luz

que hay de su pelo

 

arcadas de su vestido mojado

sus venas rotas por el cierre

un hilo atado a nada

 

una gallina enferma

vomita sobre su huevo

los huecos en su mirada tuercen las sombras para esconderse

se va a vivir

a los continentes

de su vestido

ámbar alsina

 

mueve los labios

imagina palabras

metonimia de los fantasmas

en su ombligo

 

uñas blancas construyen

ruinas en el hielo

neuronas en monedas

juguetes con  mis huesos

 

una gallina enferma

vomita sobre su huevo

los huecos en su mirada tuercen las sombras para esconderse

se va a vivir

a los continentes

de su vestido

ámbar alsina


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viernes, 29 de diciembre de 2023

fOLaVriL - amanda en abril

 



amanda en abril

 

amanda dijo que sí

que va a volver junto a mí

todas las noches

de abril

 

mayo recién empezó

día del trabajador

y estoy cansado

de extrañar

 

su forma

de reír

su forma

de mentir

 

amanda en abril

amanda en abril

su cometa traerá

un otoño sin fin

 

amanda dijo que sí

que va a volver junto a mí

todas las noches

de abril

 

el sol salió de un color

un color que ella imaginó

y estoy cansado

de extrañar

 

su forma

de existir

su forma

de partir

 

amanda en abril

amanda en abril

su cometa traerá

un otoño sin fin


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domingo, 17 de diciembre de 2023

las inquilinas

 


las inquilinas es un cuento de daniel delfino que pertenece a "cuentos incontables"


audiolibro las inquilnas

audiolibro / cuentos incontables

audiolibro / música

las inquilinas

 

La misma tarde en la que se instaló en el departamento f del tercer piso de la calle Rodríguez Peña 24, sonó por primera vez el teléfono. Lo atendió asomado a la ventana. Tuvo la sensación de que escucharon su voz y cortaron. Le restó importancia y permaneció mirando a través del vidrio en dirección a la esquina de la pizzería Santa Mónica de Rodríguez Peña y Rivadavia. El techo de un 60, en el que en letras muy grandes se leía: 347 MONSA, desvió su atención. Esos caracteres desproporcionados, y la comunicación fallida, le recordaron que no conocía el número de su teléfono y buscó entre los papeles de la inmobiliaria uno en el cual se lo habían anotado. Finalmente dio con él, los últimos tres números eran iguales a los del techo del 60: 347. La coincidencia lo entretuvo un rato, le pareció un buen augurio, las coincidencias siempre encierran algo mágico e incierto. Había tenido suerte en alquilar ese departamento amueblado, ahora de lo único que debería preocuparse era de la facultad y del trabajo. Si bien los muebles eran anticuados, tenían estilo. Una oportunidad que encontró por azar, pasó frente a esa inmobiliaria de Almagro, cerca de la casa de su tía Beba y sin pensarlo entró. La tía Beba y el tío José le firmaron la garantía. Eran de Saladillo como él, pero hacía años que vivían en Buenos Aires. Volvió a sonar el teléfono.

   -Hola –dijo casi gritando.

   -Hola, ¿Usted es la persona que alquiló el departamento? -una voz femenina.

   -Sí, sí, soy yo.

   -Disculpe la molestia pero, si llama una chica, una chica de nombre Celia, sería tan amable de decirle que Bernardita ya no está conmigo.

   Era la voz de una mujer, una voz joven, suave, pero algo tensa.

   -Sí, no te preocupes, ya lo anoté. Bernardita no está con vos. ¿Así está bien? Pero..., no sé tu nombre.

   -Nadia, mi nombre es Nadia. No sabés cómo te lo agradezco -también comenzó a tutearlo-. Yo vivía ahí, antes, por eso mi pedido, porque Celia no tiene como contactarme. ¿Cuál es tu nombre?

   -Alejandro.

   -Chau, y gracias Alejandro.

   La chica cortó. No le había dejado un teléfono para que Celia se comunicara con ella. Infirió que no pretendía hablarle directamente.

 

Continuó ordenando sus cosas. Al rato tuvo hambre y bajó hasta la pizzería Santa Mónica a comer un par de porciones de pizza. Corrió las doradas y ordinarias cortinas y buscó con sus ojos la ventana de su departamento en el edificio de enfrente. Contó los pisos y en el tercero reconoció su ventana. Cuando volvió a su departamento, se tiró a dormir sobre el colchón sin sábanas. Lo despertó la campanilla del teléfono. Semidormido se puso de pie y atendió.

   -Hola.

   -Me das con Nadia -una voz de mujer entre grave y afónica.

   -No, mirá, Nadia no vive más acá. Pero por casualidad, ¿vos sos Celia?

   -Sí, soy Celia –dijo la voz con firmeza.

   -Ah, qué tal, yo soy Alejandro y alquilé este departamento. Nadia llamó acá a la tarde y me pidió que te diga que Bernarda, perdón Bernardita, no está con ella.

   Se hizo un silencio profundo y la voz de mujer irrumpió con violencia.

   -¡Qué hija de puta! Así que ahora ya no está con ella. ¿Se piensan que soy idiota? Qué dé la cara esa pendeja de mierda. Decile que conmigo no se jode.

   Escupió esa última frase y cortó. El tutuú de la comunicación interrumpida le invadió el oído. Fastidiado con todo ese drama ajeno, y que no le importaba en lo más mínimo, intentó volver a dormirse.

 

Se despertó sobresaltado, sintió que no había dormido nada pero eran las siete. Era tarde. Saltó de la cama y se vistió para ir a trabajar.

 

Por la tarde volvió al departamento y reanudó la búsqueda de un lugar para cada una de sus cosas. Por suerte no son muchas, se dijo mientras encendía un cigarrillo. Abrió la ventana. No había balcón, sólo una pequeña reja y el vértigo de Rodríguez Peña bramando abajo. Aspiró el aire ruidoso y le pareció que la ciudad estaba viva y de mal humor. Lloviznaba. La gente corría graciosamente por las angostas veredas como en una película muda.

   Sonó el teléfono. Levantó el tubo, esta vez esperó a que hablaran primero del otro lado. Se hizo un silencio profundo en la línea. Progresivamente comenzaron a escucharse ecos confusos, voces remotas, conversaciones entrecruzadas e incomprensibles. Desde esa maraña de sonidos entrelazados, emergió una voz nítida.

   -Hola, hola, ¿quién habla? ¿Habla Alejandro? -parecía la voz de Nadia, pero más aguda.

   -Sí, habla Alejandro, ¿quién habla?

   -Soy yo, Alejandro, Bernardita- la voz sonaba tenue, temblorosa.

   Alejandro dudó un instante.

   -Hola, mirá yo ayer atendí un llamado de una chica de nombre Nadia. Me dejó un mensaje para una tal Celia, decía que vos no estabas con ella.

   La voz de Bernardita se quedó en silencio. Las conversaciones lejanas volvieron a un primer plano. Se escuchó una respiración y la voz de Bernardita reapareció:

   -Llueve, ahora llueve más fuerte –su voz era triste, transparente.

   Alejandro sintió que el diálogo era un absurdo. Con un tono burlón reanudó la conversación.

   -Y sí, y siempre que llovió paró.

   -Siempre te voy a agradecer lo que hiciste, siempre –Bernardita parecía estar llorando.

   -Eh..., pero no es para tanto.

   -Tuviste el valor de hacerlo y eso me basta. Yo sé que lo volverías a hacer. Si te llama Celia, no le digas lo que dijo Nadia. Por favor.

   -Pero, ¿de qué me estás hablando?

   -No quiero que vuelva a suceder. Gracias Alejandro, te voy a agradecer que no le des ese mensaje.

   Cortó. El tuutuu en su oreja quedó resonando como una burla. Estaba molesto con todos esos llamados, pero la curiosidad atenuaba el fastidio. La voz de Bernardita era tan dulce como triste. Algo grave sucedía entre ellas. No se animó a decirle que ya le había dado el mensaje a Celia. En realidad, tampoco le había dado tiempo de hacerlo. Ella hablaba como una autómata. No entendía la situación y era evidente que nadie tenía ganas de explicarle nada. El excesivo agradecimiento de Bernardita lo descolocaba, y de alguna manera le daba cierta culpa. Tras pensarlo una y otra vez, concluyó que no había sido con mala intención y que lo más probable era que lo estuvieran haciendo víctima de una broma. Al próximo llamado terminaría de una vez por todas con el asunto.

 

Siguió ordenando su departamento y encendió el equipo de música. Tenía ganas de escuchar la canción Azafata del tren fantasma de Invisible, la tarareaba desde que había subido al micro en Saladillo. Buscó ese CD en la caja en que los había traído pero no pudo encontrarlo. Estaba seguro de que lo había guardado en esa caja, había tomado especiales recaudos en no olvidarse ninguno. Con bronca por no encontrarlo, desistió en escuchar otro CD. Odiaba perder las cosas.

 

A la noche, cenó un par de huevos fritos con una hamburguesa y se fue a dormir.

 

Tuvo un sueño horrible, y aun cuando su pesadilla no guardara relación con las extrañas mujeres del teléfono, las escuchaba permanentemente, como si discutieran de forma violenta, a los gritos.

   Eran sus voces.

   Se despertó sobresaltado. El silencio corría por el departamento como un gas espeso. Se dirigió hacia la ventana. Las estrellas, filtradas por el cristal del vidrio, parecían apagarse en el cielo de la ciudad. Miró hacia abajo y en la puerta de la pizzería vio tres mujeres que parecían discutir, movían sus brazos ampulosamente. Se acercaban y se alejaban formando por momentos una ronda. No pudo ver sus caras. Al cabo de unos instantes doblaron por Rivadavia hacia el bajo. Eran tres mujeres y discutiendo. Pensó en los llamados, en las voces. Desarticuló rápidamente cualquier asociación. Se preparó unos mates.

   La resaca de su pesadilla estaba generando fantasmas inexistentes. Puso la radio en tono bajo, y se acordó del CD de Invisible, sin poder encontrarle explicación a su extravío. Eran las cuatro y media, un rato después volvió a la cama.

 

Al otro día no hubo llamados extraños. Pero resultó curioso que tampoco su mamá o la tía Beba lo hicieran. El día anterior, desde la oficina, se había comunicado con ellas para pasarles el número.

 

Tras dos días de silencio, durante la madrugada el teléfono volvió a llamar. Alejandro saltó de la cama, el teléfono sonando a esas horas es siempre un mal augurio.

   -¡Hola!

   Al otro lado se escuchaba a alguien llorisquear, de fondo sonaba música.

   -Hola…, hola, soy Bernardita -su voz se entrecortaba por el llanto.

   -Hola, pero ¿qué te pasa? ¿Por qué llorás?

   -Celia, Celia, te dije que no le dieras el mensaje. Me habías prometido que no se lo iba a dar.

   -Pero...

   -Ya es tarde. Ella ya lo sabe –su llanto finalmente se desencadenó. Detrás se reavivaron los acordes musicales. Bernardita cortó sin violencia, como algo que muere naturalmente.

 

Volvió sobre los acordes detrás de la voz de Bernardita. Tenía la certeza de conocerlos. Rápidamente dio con ellos. Eran los primeros y confusos acordes del tema Jugo de lúcuma, de Invisible un tema que formaba parte del mismo CD que no había encontrado. Un pánico frío lo asaltó: alguien había entrado en su departamento, alguien había tomado ese CD y evidentemente era la voz que se presentaba como Bernardita. Era demasiada casualidad, no podía ser una simple coincidencia, no podía ser una broma telefónica.

 

A la mañana siguiente, como apenas había dormitado durante breves lapsos, decidió no ir a trabajar. La inquietud no decrecía. Por más que lo intentara una y otra vez su pensamiento volvía sobre lo mismo.

   Sonó el teléfono. Era la voz de un hombre.

   -Hola, eh..., mire mi nombre es Raúl, le explico..., yo era el inquilino anterior de ese departamento, del que usted ocupa, necesito hablar un minuto con Ud. ¿Podría ser?

   -Sí, ¿pero cuándo?

   -Ahora, yo estoy enfrente, en la pizzería Santa Mónica, si se asoma por la ventana me va a poder ver.

   Se asomó. Un hombre de impermeable negro le hacía ampulosas señas desde la puerta de la pizzería. El cable del teléfono le colgaba desde la oreja. Lo sujetaba a la pizzería como a un astronauta a su nave. Era una escena grotesca, de ficción, absurda. La situación se le estaba a yendo definitivamente de las manos.

   -¿Me ve?

   -Sí lo veo, pero ¿por qué no sube y charlamos?

   -No, no, ¿no puede bajar usted hasta la pizzería? -su voz tambaleaba.

   -Bueno, está bien, ya voy.

   Bajó por las escaleras. En el palier del edificio se topó con el portero. Lo saludó rápidamente, pese a que amagó a hablarle. No le dio tiempo. Dejó las presentaciones para otro momento. Cruzó Rodríguez Peña y se metió en la pizzería. En una mesa contra la ventana estaba el hombre del impermeable.

   -Hola, ¿usted me llamó recién?

   -Sí sí sí, siéntese. Voy a ser breve. No quiero permanecer demasiado tiempo por esta zona. Mire, está en usted creerme o no, pero es mi obligación moral y humana ponerlo en conocimiento.

   Alejandro le hizo un gesto inconcluso.

   -¿Ya empezaron los llamados de esas tres mujeres? -el hombre miró furtivamente hacia los costados, como si temiera que alguien lo escuchase.

   Alejandro se inquietó y nerviosamente encendió un cigarrillo. Vaciló un instante, pero al fin le contestó.

   -Sí...

   -Mentiras, esas son todas mentiras. Mire, acá tengo un listado de gente que tuvo que abandonar ese departamento. Hojas y hojas. Esto no es joda. Esas tres mujeres son tres fantasmas, ellas vivieron allí hace más de cincuenta años, y mire estas fotos (las fotos, fotocopias de un viejo diario, mostraban los rostros de tres mujeres, en primer plano, visiblemente muertas). ¿Reconoce el departamento? Es el suyo. ¿Reconoce los muebles? Ésta (le señaló una de las fotografías) es Nadia (un cadáver con los ojos semiabiertos con el rostro deformado). Un crimen pasional. La pendeja fue la piedra del escándalo. Sacó los pies del plato, ¿me entiende?, y se enamoró de un tipo, de un muchacho. Ellas no se lo perdonaron, la creían de su pertenencia y por eso la mataron. Parece que el tipo estaba ahí con ella y nadie sabe cómo, pero terminaron todos muertos, los cuatro muertos. Así lo dice acá en el diario, lee, lea...

   Alejandro volvió a observar el diario con más detenimiento. A un costado de la página había pequeñas fotos de las mujeres vivas. Sus ojos se clavaron en el epígrafe que decía: La joven Bernardita. Bernardita en la foto no tendría más de quince años. Sus ojos parecían transparentes, probablemente verdes. El tipo hablaba frente a él como un paranoico; pero su historia guardaba algún sentido con las llamadas. Volvió sus ojos al diario, sobre las fotos de los cadáveres.

   -Yo no sé qué es lo que buscan estos espíritus, pero algo muy retorcido buscan. ¿Entran de noche? ¿Discuten mientras usted duerme? ¿No es así? ¿Miento? No, sabe que no miento. ¿Le faltaron cosas? Sí, le faltaron cosas. No lo dude ni un minuto, váyase ya mismo de ahí. Vaya a la inmobiliaria y dígales que se va hoy mismo, va a ver que no le dicen nada. Yo averigüé muchas cosas, muchas cosas. Yo estoy seguro de que el dueño de ese departamento lo sabe todo. Una de las tantas personas que vivieron allí me dijo que las llama “las inquilinas”, así me dijo que las llama y que jamás las pudo desalojar. Hacen negocio con el horror. No tienen escrúpulos. Los de la inmobiliaria lo saben también. Ellos hacen negocio con esta maldición. Cobran las comisiones y plin caja. Váyase ya mismo, hágame caso. Yo cometí el error de desafiarlas y casi terminan conmigo. Ellas son algo muy oscuro, muy tenebroso. No es algo de este mundo. Hágame caso, usted es un hombre joven. No se arruine la vida.

   El hombre se incorporó y se alejó como un fugitivo. Alejandro se quedó inmóvil observándolo irse.

 

Permaneció un largo rato en la mesa, solo pensaba en la imagen de Bernardita.

   Corrió las cortinas y miró hacia arriba, hacia su departamento. Una luz titilaba en su ventana.

 

Salió de la pizzería y atravesó Rodríguez Peña. El portero estaba en la puerta.

   Trató de hablarle, pero de su boca no salió ni una palabra. Subió las escaleras corriendo. Abrió la puerta de su departamento. La luz estaba apagada. Todo estaba en su lugar, no parecía que alguien hubiera estado ahí. Prendió y apagó varias veces la perilla de la luz del comedor. Agarró las llaves y salió.   

 

Caminó muchas cuadras, hasta la casa de la tía Beba.

   -¿Así que ya tenés novia?

   -¿Novia? ¿De dónde sacás eso?

   - Sí un amor la chica, cada vez que llamo me dice que vos no estás, Ale.

   -¿Quién te dice eso?

   -Bueno está bien, no será tu novia, tu amiga jajaja.    Los D’annuncio todos iguales, escondedores.

 

La ciudad no tiene árboles, pensó. Tiene pocos árboles, casi ninguno. Desde su ventana apenas si se veían los de Plaza Congreso. En la caja de los libros encontró el CD de invisible. Ya no tenía ganas de escucharlo. Afuera estaba por llover, el cielo se había puesto verdoso, casi transparente.



viernes, 15 de diciembre de 2023

fOLaVriL - lamáquina de los viernes

 


la máquina de los viernes


es un motivo de vals

la leche congelada

en la heladera

 

porque su herida está abierta

porque el burlete está seco

estoy viejo

 

la máquina de los viernes

se prendió

la rueda de las suertes

ya giró

 y un zumbido

cruza los dedos

que saca de la voz

y un sonido

entre los huecos

de su boca

 

es un motivo de mal

la respiración dibujando

las vértebras

 

valseado el chamamé

merodea su sexo ceniza

emotivo de cal


la máquina de los viernes

se prendió

la rueda de las suertes

ya giró

y un zumbido

cruza los dedos

que saca de la voz

y un sonido

entre los huecos

de su boca


escuchar fOLaVriL - la máquina de los viernes

fOLaVriL - un rayo púrpura

 


Este es un rescate de Martín Scalise del tema “un rayo púrpura” (aparentemente la toma 19) para su programa “El glacial” en FM Janner


un rayo púrpura


qué tonto que soy

cuando soy vos

mucho más tonto que

ser otro yo

 

hay una aplicación

para fantasear

hay una aplicación

para difuminar

 

extraña ilusión

la el tropiezo del ciempiés

¿importa lo que la gente dice?

¿lo que la gente ve?

 

el mundo no es más

de lo que vemos desde acá

un rayo púrpura

es todo

lo demás

 

en aquella luz

hay una casa

tal vez haya una voz

dentro de un perro

 

¿vos sabés apilar

todas esas sillas?

¿sabés hacer volar

todas las sombrillas?


extraña ilusión

la el tropiezo del ciempiés

¿importa lo que la gente dice?

¿lo que la gente ve?

 

el mundo no es más

de lo que vemos desde acá

un rayo púrpura

es todo

lo demás


escuchar fOLaVriL - un rayo púrpura


fOLaVriL - flares azules


 

 flares azules


la mano en la bolsa

con delicadeza

abrocho el vestido

cada minuto

falsificado

que vas cumpliendo

 

flares azules

en el cielorraso

veo todo al mismo tiempo

un espacio

un espacio

 

cuando como

carne humana

los sueños son muy largos

un elefante

ungido por la selva

para sobrevivir

 

el mendigo que me da de comer

cree que como lo que me da

desde que sueño tus pesadillas

abro la heladera

descalzo y resucito

 

tendrías que seguir

siendo mexicana

y continuar gritando

ahora que intentan

calcar en el piso

tu irregularidad

 

alas extremas

aleteando embolsadas

la pava tiembla

antes del hervor

el vestido se comprime

 

ratas cantando

en las tuberías

suenan desafinadas

un libro marcado

subraya la última

actividad cerebral

 

flares azules

en el cielorraso

veo todo al mismo tiempo

un espacio

un espacio


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domingo, 10 de diciembre de 2023

fOLaVriL - lanús imagina



lanús imagina


lanús imagina

todo lo que me sucede

lanús imagina

lo que mi mente no puede


me besás

y tu boca está cerrada

me gritás

pero no me decís nada


lanús imagina

lo que digo esta noche

lanús imagina

las palabras en un coche


me soñás

pero nunca soy yo mismo

me extrañás

pero nunca soy el mismo


lanús imagina

todo lo que me sucede

lanús imagina

lo que mi mente no puede


me engañás

en mi casa de mentira

me chocás

en todas las avenidas




escuchar
 fOLaVriL - lanús imagina



 

fOLaVriL - pum


 

pum


vos siempre te vas

y es tu inmensa ciudad

la que me viene a

emboscar

 

siempre fuiste azul

siempre hiciste pum

 

esta noche en cualquier lugar

tu piel será como un disfraz

para cubrirte de la tormenta de instintos

para esconderte de todo lo que hace mal

 

coleccionabas mentiras

que te hacían aquietar

de los gritos silenciosos

que te querían gritar

 

voy a sabotear

el motor del dolor…

 

esta noche en cualquier lugar

tu piel será como un disfraz

para cubrirte de la tormenta de instintos

para esconderte de todo lo que hace mal


escuchar fOLaVriL - pum

el interminable resplandor de la avenida

 


el interminable resplandor de la avenida es un relato de daniel delfino que pertenece a "la perla"

la perla (audiolibro)

el interminable resplandor de la avenida (audiolibro)



El interminable resplandor

de la avenida


Desde que se mudó al departamento de la calle Rincón, lo imperfecto fue asumiendo nuevas formas. Como si las luces de la avenida hubieran elegido algunas imágenes de aquella última noche de Sonia, desdeñando otras hasta volverlas imposibles.     

    Noche tras noche, cuando el ámbar se afirma sobre el asfalto de la avenida San Juan, vuelve a contemplar su reflejo duplicado en los ojos ansiosos de Sonia. El café agrio se detiene en su garganta, y ella baja la cabeza con timidez cómplice cuando le dice con vehemencia todo lo que siente. Salen de Vip’70 y Sonia le sonríe encendida, prolongando en sus ojos la miel de la avenida iluminada. Todas las noches igual, antes de cruzar Rincón, pasa el taunus rojo que esquiva al taxi desde el que desciende un pasajero y el hombre con anteojos culo de botella que lo insulta desde un 504 celeste. Al atravesar la calle, le compra los jazmines a la chica de rasgos orientales. Sonia le dice que no, que no hace falta, pero cuando los tiene en la mano, los huele con pasión y nuevamente enciende luces con su sonrisa, y allí, siempre en ese instante, la ciudad vuelve en sí.

    Y escapa hacia su casa, sin prisa, como un ladrón que entiende que no es delito robar lo que uno desea con todo su corazón, mientras a sus espaldas, el resplandor de las luces derramadas sobre el asfalto, se limitan a iluminar la ciudad.

    Noche tras noche, después de las imágenes, se sienta en el sillón junto a la ventana a saborear el recuerdo de su rostro. Enciende un cigarrillo, lo aspira con hondura y echa a andar La Perla en el giradiscos. Los profundos acordes de un piano lejano y melancólico suavemente desvanecen el rito.

    Pero una noche, al llegar a la esquina de San Juan y Rincón, un segundo antes de las imágenes, descubre a Sonia parada frente a VIP ’70. La Sonia actual. Ella, al verlo se alegra y le hace una seña amigable.

    Sus ojos transmiten el cortocircuito a todo su cuerpo y una violenta fuerza lo empuja sobre sus pasos. Aun conmocionado, tiene la certeza de que esa Sonia viene a apagar las luces, que viene a llevarse a la otra Sonia, a la que él ama, la que no se fue con Julián, la que salió junto a él de la confitería VIP’70, inmortalizada por el interminable resplandor de la avenida.



maracho@gmail.com


sábado, 9 de diciembre de 2023

fOLaVriL - chocar

 



chocar

 

viajar quietos en el coche

y contarte historias

que no te acordás que contaste

alguna vez

 

chocar

una nueva forma de seguir

chocar

una forma nueva de seguir

 

vas poniéndole nombre

a lo que tiene nombre

vas poniéndole nombre

a tu nombre

 

chocar

una nueva forma de seguir

chocar

una forma nueva de seguir

 

¿estás despierta en la noche?

¿de qué color soñás?

un verde nunca verde

almas en el mar

 

chocar

una nueva forma de seguir

chocar

una forma nueva de seguir

 

¿estás despierta en el coche?

y la ruta va

hay calmantes en la guantera

hay agua de sal

 

chocar

una nueva forma de seguir

chocar

una forma nueva de seguir


escuchar fOLaVriL - chocar