domingo, 23 de agosto de 2009

Cambio de Luces

A la mágica hora del cambio de luces, cuando el sol emprende su demorada retirada, clavándose los contornos del mundo, ensangrentándose, derrumbándose en el horizonte, las pequeñas luces del alumbrado comienzan a hacerse fuertes, a cada segundo, un poco más de su encanto nocturno embriaga los ojos de los que ven....
A esa hora a mí se me ocurren las cosas. En medio la confusión de luminosidades, mis ojos ven lo profundo, y aun más todavía: lo invisible.
Hubiera preferido que lo escribiese Ray Bradbury, ya que me remota a ese fabuloso cuento que es “Remedio para melancólicos” o por lo menos tener su celular para charlar con él antes de escribirlo, pero el viejo Ray me queda lejos y el cuento se tiene que escribir, y bue..., intento. “Pastillas para curar la tristeza”, de eso quiero escribir, de unas mágicas pastillas que curen definitivamente la tristeza y las recete una psiquiatra infinitamente bella y complaciente.
Pastillas sin formula ni receta, pastillas inocuas, pastillas que nos convenzan de que el miedo es una creación de nuestra mente y los demás, la misma sustancia confusa que nos da vida a cada uno de todos nosotros.
Pero la noche comienza a oscurecer sus rumbos y las luces penetran cada vez con mas pasión las sombras.
Miro el cielo, arrebolado, un coágulo desparramándose por esa llanura inaccesible y pienso en el infinito. Siempre navegue en los ojos del astronauta de 2001 Odisea del Espacio, cuando desactiva a Hal 9000 y se lanza al infinito, la nave a la deriva y un despliegue de inverosímiles colores estallando en sus ojos.
Los ojos.
Es la hora que lo muertos se vuelven a quedar solos en los cementerios, en los hoteles alojamiento tienden las sábanas bien tirantes y los melancólicos buscan fantasmas detrás del cristal de las ventanas.
Los autos parecen multiplicarse. Parecen ser conducidos por seres extraños.
El universo tal vez sólo se componga de miles y miles de ojos viendo cosas que no existen.
El universo tal vez sea todo lo que vos imaginás, incluido yo mismo escribiendo ahora.
Tolstoi dijo que el fin del mundo va a ser un gran bostezo.
El infinito quizá sea tu aburrimiento.
Mientras dioses y demonios libran el combate eterno de las almas.
Ahora mismo, bajo el cambio de luces, una joven sin sonrisa, se queda mirando las luces agónicas. Otra, pletórica de ilusión y vanaglorias contempla el fulgor de la noche naciente.
Es la hora mágica del cambio de luces.
El nacimiento y la agonía.
Madrugadas, atardeceres, una sola palabra: Crepúsculo.

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