por Nerio Tello
Mediante relatos en
apariencia disímiles, Delfino crea un mundo coherente, donde la música no solo
aparece como tema, sino en su ritmo narrativo, como pulsación emocional que
atraviesa cada historia. Música se desliza entre lo íntimo y lo oscuro,
construyendo un universo de relaciones humanas marcadas por la fragilidad, el
deseo y la introspección.
Con lenguaje
cotidiano y construcciones sencillas, los personajes se enfrentan a situaciones
extrañas, de quiebre en las relaciones; y casi siempre la música opera como disparador/catalizador
de cada relato. Este tránsito de emociones, lleva desde la nostalgia a la
inquietud, pasando por momentos de ternura y desasosiego. La variedad tonal enriquece
las atmósferas (los autos antiguos, las historias parecen “viejas”) que de una
cotidianidad casi anacrónica derivan en lo “fantástico”.
Los cuentos deparan
sorpresa y curiosidad, y en muchos casos dejan el sabor de lo inesperado o lo
incomprendido. Historias sencillas de gente común, pero que obligan a una
lectura atenta, para escuchar quizás, los compases que dan sentido a un cuerpo
narrativo seductor y, a veces, melancólico.
Escarban en la memoria pero privilegian siempre la imaginación.
Aunque autónomos,
estos relatos se vinculan en ciertos ejes narrativos. Las canciones o sus
intérpretes cuentan sus propias historias ambientadas en general en el
conurbano bonaerense, en rutas de las provincias, en los bordes de la Capital
Federal.
En algunos casos
la música es protagonista. En «Fairlane», cinco solitarios, hacen un periplo con la
consigna de escuchar la discografía completa de Julio Iglesias) y en otros, un
telón de fondo que sostiene y da sentido a la historia.
Un disk-jockey recibe
una paliza por unos indios en plena ciudad. La violencia setentista como eco en «Monte
Chingolo», que aunque no
gira explícitamente en torno a la música, esta aparece como elemento
atmosférico. Una radio encendida, una
canción que se repite como mantra.
De prosa cuidada,
precisa y sin alardes, se apuesta por los medios tonos. Los personajes no
impactan con reacciones abruptas, no gritan; conmueven por su verdad emocional,
por sus ilusiones, y en algunos casos, por el desamparo.
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