No te acerques tanto al deseo
por Daniel Delfino
El deseo es la dínamo que mueve estos cuentos. El
deseo frente a cualquier obstáculo que se le interponga, el deseo sin objeto
que urde silenciosamente sus mecanismos invisibles, el deseo del otro que
coacciona bajo su influjo, el deseo que se abruma en la soledad y busca
desesperadamente la compañía de otros. A estos fines, los narradores de estos
cuentos no vacilan, son aliados incondicionales que empujan ese anhelo
vehemente hacia la concreción o hacia el desastre.
Porque el deseo también conserva su potencia cuando se
deshilacha, cuando falla y se descompone y sus fuerzas fermentadas recrudecen
en voz baja. En «Nido» los pájaros sobrevuelan el hogar destruido por la
tormenta y abandonan su cría muerta sin pena ni tristeza, mientras que los
humanos quedan atrapados en los cortocircuitos de la destrucción que picanea a
seguir el absurdo hasta el grotesco. Porque como dice en «Los que se van»: El mundo ha
explotado a su alrededor. Se ha desarmado y de ha vuelto a armar de otra
manera. Esta nueva forma está hecha solamente de dolor.
Porque el deseo está cercado por el dolor, es una
pulsión inconsciente que busca la satisfacción de un objeto perdido, un “algo
más” inalcanzable. ¿Qué buscan estos personajes siguiendo los impulsos
incontrolables? Como decía la canción “solo se trata de vivir”
y creer que se alcanza lo inalcanzable es tan solo un oropel, una nueva
inquietud que renueva el proceso de angustia y ansiedad a pesar del desgaste
que conlleva cada nuevo intento.
No
te acerques tanto al borde
reúne doce cuentos contundentes y arteros, balas en el cerebro que no se
demoran en descripciones intrascendentes. Desde la primera palabra tienen como
único objetivo cerrar la historia. No dejan filtraciones ni posibilidad de
interpretaciones trasnochadas, pero abren el sentido de una manera mucho más
sutil y terrorífica, que permanece como una resonancia pegajosa en el lector,
una molestia existencial que descoloca, que nos acerca temerariamente al borde
del instinto en estado puro, a la olorosa
verdad tocada en vivo como nos advierte el epígrafe de César Vallejo. La
interpretación insoslayable de nuestras propias miserias.
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